Seguimos sin estar de suerte, se va otro de los grandes del cine español.
Conocí a Elías Querejeta en 1974 en una charla con estudiantes en el colegio mayor San Juan Evangelista de Madrid. Venía con el reconocimiento de El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973) y a mostrarnos su último trabajo, La prima Angélica (Carlos Saura, 1974). Elías ya se había ganado la etiqueta de ‘productor incómodo’ para el Régimen.
Eran tiempos convulsos por la opresiva presencia policial en el campus universitario de la Complutense. Un grupo de jóvenes, entre los que yo me hallaba, junto a Fernando Trueba, Antonio Resines, Oscar Ladoire y Carlos Boyero, entre otros, habíamos intentado entrar en la Escuela Oficial de Cine (EOC), pero se nos denegó por un decreto ministerial. No nos dimos por vencidos. En la diletancia de la juventud por encontrar el norte, amábamos a Ford, McCarey, Walsh, Wilder, Lang y Ozu, y nos refugiamos en Truffaut, Godard, Rossellini y en Berlanga. Elías nos devolvió la confianza en una España invertebrada, insumisa y con gran capacidad de contar historias. Él fue el productor moderno, creíble en Europa, rompedor y gran gestor de estrategias.
Más tarde, ya en el postfranquismo, se reveló con gran capacidad para descubrir talentosos directores, como el mencionado Erice con el que también haría El sur (1983), Martínez Lázaro con Las palabra de Max (1978), Jaime Chávarri con El desencanto (1976) o Ricardo Franco, Pascual Duarte (1975). Destacó también su capacidad por contar historias tan inquietantes, anticlericales y contracorriente que merecieron el aplauso de la crítica y el reconocimiento internacional.
Años más tarde, en 1989, siendo presidente de los productores catalanes, tuve la suerte de vivir junto a Elías Querejeta uno de los episodios más fértiles del cine español. Juntos asentamos las bases del convenio de colaboración con TVE, dirigida por aquel entonces por Pilar Miró. Este convenio permitió dar seguridad a la producción española mediante el establecimiento de un inteligente sistema de compras basado en la calidad del proyecto, el presupuesto, la consolidación del plan financiero. Elías Querejeta diseñó el plan, y el productor Luís Megino, otro grande del cine español, hoy casi en el olvido a pesar de que firmó toda una serie de obras de arte del cine español (Demonios en el jardín, de Gutiérrez Aragón o Furtivos, de José Luis Borau. Ambos confiamos en las indicaciones de Elías, había que aguantar el tipo hasta el final. Pilar Miró era de apariencia terca y dura, aunque siempre afloraba en ella la parte más razonable en pro del cine español. Durante tres semanas estuvimos buscando la manera de llegar a un acuerdo. Finalmente, Elías me pidió que hiciera de ‘malo’, como que no convencía la propuesta a Cataluña, así que me indicó que me fuera ausentando de vez en cuando de la reunión como para hablar por teléfono. A la tercera vez que me levanté para salir de la sala, Pilar se enfadó muchísimo y nos cruzó una mirada fulminante para después intuir lo que estaba pasando. Pilar Miró soltó una carcajada, Elías había conseguido que se firmara el Convenio.
Querido Elías, el cine español, hoy en horas difíciles, tiene un espejo en que mirarse. Tu cine inteligente seguirá marcando goles como aquel que te hizo famoso en 1955, con la Real Sociedad, ante el Real Madrid de Di Stéfano.
Enrique Viciano ©