El discurso del rey, una ejemplar parábola de civismo

//El discurso del rey, una ejemplar parábola de civismo

El discurso del rey, una ejemplar parábola de civismo

[dropcap]B[/dropcap]ajo la apariencia de simplicidad, se esconde en El discurso del rey, la poderosa y perfeccionista maquinaria de producción británica. Todo es exquisito, la primorosa historia de superación; los diálogos con un toque de humor y al servicio del primer plano en angulosa gestualidad de los rostros;
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la representación actoral medida y cómplice de los tiempos fuera de campo; la sobriedad de los decorados y la ambientación minimalista; el tratamiento de la luz de gas, lo que permite atmósferas tenues y de semioscuridad que encajan a la perfección con la mirada de atención que cada escena requiere; los exteriores neblinosos en ambientes de claridad y oscuridad, lo que añade dificultades en la profundidad de campo, pero identifica el paisaje; el vestuario que pone en primer plano la calidad de su confección y el gusto por los detalles; la música como contrapunto, y acompañante a la vez, de la evolución del personaje principal y su persistente logopeda. En resumen una puesta en escena brillante y eficaz. Aprovechando un hecho de apariencia menor, la tartamudez de quien va a ser segundo en la línea sucesoria británica, el duque de York, agravada por dos hechos relevantes, el fallecimiento de su padre, el rey y emperador Jorge V en 1936, y la abdicación de su hermano Eduardo VIII por su propuesta matrimonial con la dos veces divorciada Wallis Simpson, el rey Jorge VI, ha de enfrentarse a una tarea ardua, presentarse ante el público y pronunciar discursos a viva voz o frente a los micrófonos de la época. La película comienza con los preparativos de un discurso imposible, en la soledad de quien se sabe no podrá saltar el obstáculo de su propia timidez, y cierra con el histórico discurso declarando la guerra a Hitler, tan emotivo por su énfasis y dificultad, como lírico, incisivo y profundo por su contenido. El director Tom Hooper, acompañado de los estimables intérpretes: Colin Firth, Helena Bonham Carter y Geoffrey Rush, huye de las veleidades decorativas de la época y somete a sus personajes a un proceso evolutivo, mezcla de técnicas de logopeda y virtuosismo radiofónico. Parecería el trabajo de Hooper obra solamente de un artesano, pero, el resultado va más allá, su puesta en escena parece seguir las instrucciones de un decoupage perfectamente estructurado, donde todo se ha previsto, dibujado los ángulos y las posiciones de cámara, donde no hay espacio para lo superfluo, donde la representación alcanza la categoría de excelencia.

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Ya nos tiene el cine británico acostumbrado a estas proezas. Qué distante queda el cine español de ese marchamo de excelencia. ¿Son los medios de producción, la categoría de nuestros intérpretes, guionistas o directores, o tal vez la inoperancia de los productores?, sin lugar a dudas en los extremos está la cuestión. Los medios de producción del cine español son raquíticos, comparativamente hablando con el cine británico o el francés. Cuando un productor se tiene que enfrentar a la adaptación literaria o construcción de un guión original de época, y no cuenta con los medios adecuados que requiere dicha época, todos son parches, inventos de subsistencia de un cine que suple con imaginación las paupérrimas condiciones a que las instituciones y los emisores les someten. Y volviendo a la película, esta se articula en un mano a mano entre el rey Jorge VI (Colin Firth) y el logopeda Lionel Logue (Geoffrey Rush), en el que media la tenacidad de la reina Isabel (Helena Bonham Carter), construyendo como un diapasón al que hubiere que acompañar para que sus manecillas no decaigan, y en justo contrapunto con la severidad de los gustos, las formas y la aristocracia más rancia de la era victoriana. Incluyendo el machismo visceral, aunque refinado.

A medida que la película avanza, el discurso poético se hace patente, y surge el lirismo, la consideración y el humor, dando con ello una lección de saber urdir el respeto a los conocimientos científicos y el civismo. Es una clase de buen cine y de mayestática democracia parlamentaria. El discurso del rey, es el discurso de la razón de Estado, de la imperiosa necesidad de suplir los propios defectos, con el apoyo de los demás. Estamos en la era de la radio, de las comunicaciones, la BBC inició sus transmisiones radiofónicas en 1922, y la película no deja escapar esa oportunidad, así se nos muestran los estudios de la BBC, sala con paneles, botones y osciloscopios, que a modo de tránsito o cortinilla, nos permiten entrar y salir de las audiciones. El discurso del rey es una obra para todos los públicos, y especialmente para iniciar a partir de los siete a diez años el interés por la historia, por la política, por la decencia pública, por la construcción de la ética personal, en fin, una película para disfrutar y retener en la memoria.

Enrique Viciano © 2011

Publicado en El levante, el 2 de marzo de 2011.[/column]

By | 2013-05-06T07:17:30+01:00 mayo 6th, 2013|Artículos de Enrique|0 Comments